La Congregación de Religiosas Misioneras de Santo Domingo es una comunidad femenina que forma parte de la gran Familia Dominicana, presente en distintos continentes y animada por un profundo espíritu misionero. Su origen se remonta a las religiosas dominicas que colaboraron activamente con la Provincia Dominicana del Santo Rosario, una comunidad caracterizada por su impulso evangelizador y su compromiso con la educación y el servicio.
Reconocida canónicamente como congregación diocesana en 1933, la comunidad recibió en 1964 el “Decretum Laudis”, pasando a ser una congregación de derecho pontificio, plenamente integrada a la vida de la Iglesia universal.
Inspiradas por el carisma de Santo Domingo de Guzmán, las Religiosas Misioneras centran su vida en la predicación de la Palabra de Dios y la salvación de las almas, especialmente a través de la educación de niñas y jóvenes. Desde sus comienzos, han vivido una vocación de entrega total: vida consagrada en comunidad, oración, estudio y anuncio del Evangelio, siempre al servicio de quienes más lo necesitan.
Su espiritualidad dominicana se fundamenta en la contemplación, el amor a la verdad, la solidaridad con los pobres y la misión universal, pilares que continúan guiando su labor en las distintas realidades donde están presentes.
Hoy, la Congregación sigue extendiendo su misión en múltiples países, incluida Chile, donde las religiosas trabajan comprometidamente en ámbitos educativos, pastorales y sociales, contribuyendo con alegría y esperanza a la formación integral de nuevas generaciones.
La Congregación llegó a Chile en mayo de 1970 gracias a la solicitud del Padre Manuel Ferrero. Su primera experiencia fue en el sur del país, en Frutillar Alto. Más adelante, se establecieron en Santiago, en la Escuela Santa Teresita, donde trabajaron en la educación y la pastoral escolar.
Actualmente, las religiosas están presentes en tres comunidades:
Como ellas mismas expresan: “Seguimos a Jesús al estilo de Domingo de Guzmán: entregando la vida como consagradas, escuchando y acogiendo la Palabra que queremos anunciar, viviendo en comunidad multicultural y siendo enviadas a cualquier parte del mundo para compartir la Buena Noticia”.
La vida y carisma de Santo Domingo de Guzmán han dado origen a una gran familia espiritual, centrada en la predicación de la Palabra y el servicio a la Iglesia. Nacido en Caleruega, España, en 1170, Domingo dedicó su vida a anunciar a Jesucristo para la salvación universal, impulsando la creación de una nueva orden religiosa.
En 1216, el Papa Honorio III aprobó oficialmente la Orden de Predicadores, conocida como los dominicos. Desde sus inicios, esta orden se distinguió por su vida comunitaria, su profunda espiritualidad, su dedicación al estudio y su opción por los pobres.
Durante el siglo XV, la Orden abrió un nuevo campo misionero en el Extremo Oriente, dando origen a la Provincia del Santo Rosario, encargada de evangelizar en Filipinas, China, Japón, Taiwán y Vietnam. Fue en este contexto que, en 1887, nació la Congregación de Religiosas Misioneras de Santo Domingo, con una vocación específicamente misionera, orientada principalmente hacia los pueblos no cristianos.
El impulso misionero llevó a las hermanas a trabajar, especialmente, con niñas abandonadas en China, lo que marcó el inicio de su apostolado educativo. La semilla sembrada en Ocaña, España, ha dado abundantes frutos en todo el mundo, convirtiéndose en un árbol firme y fecundo que crece a pesar de las dificultades.
Hoy, la Congregación está presente en: España, Portugal, Italia, Filipinas, Japón, Corea, Tailandia, Camboya, Myanmar, Vietnam, Taiwán, Estados Unidos y Chile.
En todos estos lugares, las religiosas desarrollan su labor misionera en: Escuelas, jardines infantiles, universidades, academias, residencias estudiantiles, pastoral parroquial y comunitaria
Fieles al espíritu de Santo Domingo, las Religiosas Misioneras de Santo Domingo.